Qué Les Pasa a Los Menores

Internet_Predator-291x300Hace unos días, mi apreciada amiga Susana (www.susanagonzalez.es), me invitó a ver este impactante vídeo, que trata sobre la facilidad con que puede engañarse a una menor, a través de Redes Sociales. El experimento se realizó con niñas menores de 14 años. La mayor impresión me la llevé cuando en este vídeo se ve cómo una niña se mete en la furgoneta de una persona absolutamente desconocida y en la que, por suerte, estaban sus padres esperando, como cómplices del engaño. En ese momento algo me sacudió por dentro.

¿En qué piensan los menores?¿Qué pasa por su cabeza, o qué hormona en su interior les incita a cometer estas locuras? Llevo dándole vueltas a esta idea desde que visioné el vídeo; y al final, siempre llego a la misma conclusión: la búsqueda por parte de los menores. La búsqueda de “su yo”, de su sitio en la sociedad, de su aceptación por parte de terceros. Y qué mejor caldo de cultivo que una red social, donde el anonimato nos permite mostrarnos tal y como somos.

exclusionY es que –a mi entender-, estamos dimensionando mal el problema. Pensamos que, cuando nos conectamos a las redes sociales, nos transformamos en otras personas, fruto de la desinhibición que este escudo nos ofrece. Pero la verdad es que cuando nos conectamos a internet, nos convertimos en nosotros mismos. Y más a esa edad tan temprana, en la que la conjunción de la inocencia y la necesidad de “pertenencia” a un grupo, de investigar, de descubrir la sexualidad, de formar la autoestima en fin, hace tan vulnerables a los menores.

Las redes sociales ofrecen un escudo perfecto para los adolescentes contra el rechazo de los demás; ya sea por el aspecto físico (tan importante a esa edad), como por los propios gustos. Y, sobre todo, es un parapeto perfecto para esconder las vulnerabilidades personales. Es curioso: caminamos por la calle con nuestros cascos puestos; intentamos sentarnos en algún sitio que se encuentre relativamente alejado de los demás. No nos comunicamos con nuestros semejantes –esos auténticos desconocidos- y, en algunos casos, no nos atrevemos a mirar directamente a los ojos de quien tenemos en frente, por miedo a que averigüe lo que se esconde tras de nuestra mirada. Pero no tenemos ningún reparo en decir quiénes somos, ni lo que hacemos, en las redes sociales.

jovenes-internet-interna¿Y esto por qué sucede? Quizá porque lo que no nos atrevemos a mostrar en público –justamente por el miedo al rechazo, o incluso a la burla-, lo mostramos a través de Internet, seguros y resguardados tras la pantalla y la línea de ADSL. Además –y esto es muy importante-, ya sabemos cómo es (o cómo aparenta ser), la persona que se encuentra al otro lado de la línea. Conocemos su hipotética cara, sus posibles gustos; lo sabemos todo (o eso creemos), sobre esa persona. Esto nos permite tener una visión previa de aquel con quien estamos intimando. Así pues podemos abrirnos libremente a ellos, porque aparentemente son afines a nosotros, nos escuchan, nos entienden, tienen nuestras mismas inquietudes y preocupaciones. Son, en definitiva, lo que estamos buscando. Además, si algo falla, no pasa nada, lo borramos de nuestro círculo de ciberamistades y “aquí paz y después gloria”; no quedan secuelas, no hay que verles después por la calle, ni compartir espacios comunes con el resto de nuestros amigos. Y eso no se encuentra a primera vista en la vida real, en la que todos estamos escondidos tras “nuestro yo amurallado”. Justo lo contrario a lo que sucede en nuestra vida virtual.

Entonces ¿qué debemos hacer? Estoy plenamente convencido y soy defensor a ultranza de que la educación es el mejor conducto para evitar que los menores caigan en estas trampas de grooming, tan hábilmente diseñadas por los pederastas. Pero (y aquí es donde viene el mal dimensionamiento del problema), falta algo más que educación, por parte de los padres. Es preciso que se pongan “en la piel del menor”. Es absolutamente necesario que la educación informática venga acompañada de la educación emocional. Es más: me atrevería a decir que, sin educación en valores, sin ponerse en la piel del menor para desde su punto de vista explicar qué es lo que vale y en quién hay que confiar y en quién no, no podremos enseñarles la vida digital. En definitiva: primero debemos construir personas, para luego construir cibernautas. Y esto sólo se consigue con educación y comprensión, primero, y obtención de su confianza, después. Justo lo que hacen los pederastas que se encuentran al otro lado.

PoliciaeInternetProfesionales de nuestro entorno, como Angelucho (incansable divulgador empeñado en convertir internet en una red más segura, o Silvia Barrera (infatigable comunicadora que nunca dejará de advertirnos sobre los peligros de las redes sociales), y otros muchísimos y excelentes profesionales que están “detrás de la red”, velando por nosotros,  trabajan sin descanso para proporcionarnos un cibermundo más seguro, pero su trabajo no servirá de nada, si antes no formamos a los chiquillos, en valores, en sensatez -también en sexualidad- y, sobre todo, en el respeto y la confianza hacia sus mayores.

José Aurelio García

Auditor y Perito Informático-Perito en Piratería Industrial e Intelectual-Informático Forense

Vp. Asociación Nacional de Ciberseguridad y Pericia Tecnológica – ANCITE

Informático Forense – El Blog de Auditores y Peritos Informáticos

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